LOS EMIGRADOS

                               Mandamos decir:
 

No pasa nuestra historia por la húmeda
Galicia de las madres ni conoce el padre
su Lombardía alcohólica. Los días
se habían exiliado en su orden de partida
y nunca fueron nuestras las líneas de las manos.
La bahía en que la madre pobre nos nació
de cara al mar para mejor aprender el abandono
nos sube todavía hasta los ojos y el pasado
tramaba desde siempre la futura
geografía del polvo sin idioma.
Tampoco se arrepienten las cifras del dolor
ni es nuestro el inverso correo de las sombras
veladas en las fotos que nos borran
la cara del planeta.

 

EL ENAMORADO

I                                                         

Te busco en el castillo de mi cuerpo, soy
un rey abandonado en su palacio,
soy el tirano de mis mudos huesos.
Clausurado en mi cuerpo, te persigo
en la carrera de mi sangre,
te veo en los ojos que me arden
hasta girar la órbita de su reposo último,
te siento impenetrable entre mi vientre
como una dura catedral de vino.
Rey demente en su país de sangre,
te recorreré por estancias agrietadas
hasta que estalles la frontera de mi piel,
hasta que alumbres mi hueso con tu hueso,
hasta que oigan caer el esqueleto
tu acantilado varón
y mi destierro.


II

La noche, la alta noche sostenida
de celeste sonata y lenta esfera,
sucumbe si te pienso,
oh noche de tu cuerpo, desvarío
de laúd, cuerdas que sólo yo tañía.
Te oigo todavía vibrando entre mis manos
y la noche de nadie y lenta esfera
crece sola, arde sola
para nadie
su incendio de sonata.

 

HOY

Hoy tengo las manos de cristal
para quebrarlas, para rajarme
el pecho frágil y el seguro
esplendoroso brillo que me ciega.
Planetas extraviados, hoy tengo
las rodillas breves, a caerse de su órbita,
a girar el grado que no existe, esta
perdida playa de un verano, el sexo
estéril, longitud de vidrio,
latitud de pocas horas son las médulas
y un amante de sal
me brota por los ojos
y me quiebra.

 

TRES MESAS DEL SOROCABANA

1

Los pensamientos vagabundos
se piensan
como nubes, así
navíos olvidados
o sin rumbo las nubes
no dejan señales en el viento
y erran
sin memoria
como dunas
a voluntad de mar
que nadie piensa.


2

Hablamos de cosas
de la superficie del mundo
o bostezamos
(no puede ser tan serio
ni tan grave la mosca azul
que atraviesa la sala
y se posa insistente y
vivimos tan poco, si vivimos.
"Es la geografía de los viernes",
y los elefantes blancos
ríen.


3

Me conocí tanto
que ya no importa la flor
exenta de mi nombre.
Que piense el pensamiento,
a mí
no me importa.

 

HORA DE SAL

Esta es la hora amarilla de los lobos.
Esta es la hora de los huesos incendiados
como columnas huecas al pie de su derrumbe.
(Hay dos mil pistas de sabuesos
hasta las uñas profanadas de todas las estatuas)
Esta es la hora compuesta en que el actor sudado
grita su penúltimo monólogo
— y en la playa la roca no resiste su horrible desnudez,
la arena silba su delirio
en la boca esquelética del pez muerto y reseco.
El grito del actor cava un túnel de miedo
porque ésta es la hora de los lobos,
porque ésta es la hora de la sal amenazando
la espalda agotada de las cruces.
Esta es la hora en que vuelven el lomo los relojes.
Esta es la hora en que el hueso no resiste su desvarío de siglos.
Aquí ya no soporta el polvo sus columnas.
Se derrumban las torres en sal y dinamita
para quebrar el último grito de la estatua.
Aquí la boca rota de las piedras.

 

PRAGA INVADIDA

            Bien antes de 1968, en 1950, el poeta Zavis Kalandra
            había sido condenado y muerto por trición a la patria.
            Fue inútilmente rehabilitado en los años 60. Su muerte
            es una larga metáfora del comienzo de una invasión.
            Escribir sobre Praga, en mi circunstancia, es algo más que
            escribir sobre una ciudad que amo y me duele. Reconocí
            en Praga el miedo, las arbitrariedades, la amenaza. Escribo
            sobre Praga y lo hago de memoria — nuestro duro privilegio.

                                                                             A. F., 1983.

 

I

¿Alguien oye el silencio de Bohemia?
Los funámbulos sordos del Castillo
bailan. Cantan los mudos artesanos del barullo.
Los puntos cardinales
y el zodíaco
trocaron sus lugares.
Hay que olvidarse de Kalandra.
Hay un complot de flautas
en los huesos del Cementerio Judío.
Kalandra ya está muerto y peces ciegos
navegan el Vltava. Digan,
¿alguien oye el silencio de Bohemia?


II

Petr atravesó el Puente del Primero de Mayo.
Petr atravesó el vientre de la Ciudad Nueva
y atravesó cada calle de la Parte Pequeña.
Petr atravesó los días y las estaciones.
Petr fue asesinado en un muelle del Vltava
(que no paró su marcha de serpiente joven)


III
 
San Venceslao,
yo no te creo,
San Venceslao,
adónde estabas,
San Venceslao,
de las largas mangas
(estaba borracho y fue degollado)


IV

Intocada floresta de Bohemia,
puedes morir
petrificada.
Aldabón de la Muerte,
puedes tocar
de madrugada.
Puentes del Vltava,
pueden hundirse
en el vientre de Praga.
          Los caballeros del miedo
          llegaron de madrugada,
          ellos son los Poderosos,
          tienen las manos heladas.
Las Cien Torres de tinieblas,
pueden alzarse
contaminadas.
          Una piedra es el lma
          de Praga,
          una represa de círculos concéntricos
          el Vltava.


.


Son resaca de mar y de locura,
son de fuego de noche, son de piedras
ardidas, arena y pesadilla, son
de ojos arrastrados,
de cueva que se hunde,
de garganta de miedo. Son
de noche degollada,
de planeta
estallando vacío.

 

 

ANDRÉ GIDE                           

            A veinticinco años de su muerte.

Hombre André Gide, inútil reflexión,
por qué tejiste telarañas de tinta
para la pura gota de un amor?
Ya no nos estremece el fuego adolescente
con que incendiaste los sótanos de tu provincia.
Hombre André Gide, tu historia
estaba lejos de los soles de Argelia.
Otra carne sin luna y clausurada
te reclamaba el sueño del árbol que penetra
el retorcido camino hasta su muerte.
Otros peces navegaban entre hojas podridas
hacia las gargantas quebradas de la sombra.
Por qué no se entregaron tus manos al misterio?
Por qué te resististe al quieto poderío
de los montes sumergidos?
Hombre André Gide, inútil
reflexión, emprendiste tu viaje de varón hacia el ancestro
como si fuese terreno todo viático
y espejo de tus ojos cada signo.
Pero no te olvidamos André Gide:
es estrecha la puerta y nadie puede
arrojarte a la cara la piedra que querías.

 

MONTEVIDEO, LA COQUETTE


        Hay que tener mucho cuidado para hablar de Montevideo porque es una ciudad de dolor. En Montevideo siempre se sufre un poco más que en el resto del mundo.          

                      

///


        Montevideo es una ciudad llena de sueños. Por eso nadie la cuida. Y además, no se puede estar en Montevideo y estar en Montevideo al mismo tiempo. En Montevideo soñamos con países distantes o amores imposibles o destinos nuevos. Cuando se está en Montevideo y se está casi en Montevideo, uno entra en estado de peligro y entonces oye tangos.                        

                                          
///


         Los sábados, en Montevideo, se puede oír candombe. Con prudencia.


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        A Montevideo, los niños lo ven lindo, con su cerro y su fortaleza, y dicen que allí nacieron, allá por el mes de enero de hace muchos, muchos, muchos años.


///
 

         El mar a cada lado de la península: la duplicidad de Montevideo.


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        Todos los montevideanos sabemos lo que es caminar por General Flores de madrugada. Por eso nadie lo hace. Es un saber revelado y sin testimonio porque si alguien lo testimoniase no tendría nada para contar.


///


        En un café de Montevideo, me presentaron a un hombre y a una mujer que debían tener unos cuarenta y cinco años y que eran novios. Se sentaron a mi mesa y charlamos. Dijeron que el calor de aquel día no era normal, que debía llover. Yo dije que sí, que llovería con seguridad y que sería agradable ver la lluvia. Me preguntaron dónde vivía yo y me dijeron que habían hecho un viaje por Brasil y que las playas eran muy hermosas. Ya Buenos Aires les resultaba parecida a París. Después volvimos a hablar del deseo de que lloviese al día siguiente, que iba a ser agradable esa lluvia, con seguridad. Cuando se fueron, era bastante tarde.


///


        París es siempre de mañana, con flores blancas de Boulogne y rosas. En Lima y en Praga siempre es el atardecer, rojo, como encendido. Buenos Aires es noche de verano y con perfume de jazmín. Cuando en Río amanece — gloria celeste — en San Pablo son las siete de la mañana y el aire tirita. Ya en Montevideo es siempre la hora de la siesta, uno bosteza y hace la digestión. Es calentito, no se crea.


///


        Dijo:
          Il dinero no hace la felicidad.
          El trabajo dignifica al hombre.
          Montevideo es la tacita del Plata.

        Pensaba:
          Yo quería ser rico, inactivo y berlinense.


///


        Montevideo era un puesto militar avanzado en el Río de la Plata y nació sin nombre: Monte VI de Este a Oeste. San Felipe se había adormecido y Santiago tuvo un sobresalto. Entonces Montevideo conoció el tedio y la guerra — innombrables — y ya nunca tuvo calma.


///


        Yo estaba en Montevideo y soñé con una ciudad muy bella. Había edificios de mármol y palacios y puertas de bronce y casinos con mujeres espléndidas y joyas. Todos bebían champán, y yo no le hice mal a nadie.

 

BELLO AMOR

Bello amor, bellos amantes,
porque el amor no pasa
de un memorial de hombres que me amaron,
el sexo idéntico, idéntico
el ancestro conjugado,
bello y estéril, bello
porque estéril, porque destinado
al memorial de hombres que me amaron
de antes, sin después, al otro
lado de sus vidas, sin otro
rostro que el insomne
habitante del deseo, se consume
de belleza antes, siempre antes de los hombres,
el memorial de hombres que me amaron.

 

ORO DEL RHIN

¿El futuro será una ilusión?
El futuro es una ilusión.
(El futuro fue una ilusión)

Todo lo cual no pasa de una impertinencia.

 

PLACE DES VOSGES

        Futuro era el de antes, el del tiempo de mis quince años. Todas las noches me gasto las suelas de los zapatos caminando hasta la plaza Matriz, y me siento a esperar el futuro. Vení, comprá maníes con chocolate y sentate. Las mujeres que fuman ya me conocen. Yo no, todavía no me conozco. Y tampoco miro a nadie, ni a nada. Como maníes con chocolate. ¿Espera a alguien? Sí, al futuro. Respiro hondo, sentado del lado de la Catedral, de espaldas a la calle Sarandí. Todas las noches, soy asiduo y puntual. Sé que cuando el futuro aparezca, vendrá volando por atrás del Cabildo. Una ráfaga, y yo lo atraparé en mis pulmones y me llevará leve como en un globo, lejos de la plaza. La noche está fresca, llovió de tarde. ¿Y hoy, llegó? No, debe estar atrasado, viene de muy antes. Los maníes con chocolate me pesan como una piedra. Y me miro los zapatos, desamparados.

 


LA TABLA DE MENDELEIEV

Dimitri Ivánovich Mendeleiev
(Tobolsk, Siberia, 1834 - San Petersburgo, 1907)

Dimitri Ivánovich, amigo puntual: te lo confieso,
últimamente ando desencontrado, se me confunden
las lunaciones, supe que me hacía trampas
el solitario, toco y no me cierra
la escala periódica entre los dedos.
De noche no duermo, y recorro en la tabla
los metales más raros y pesados,
aquel del cansancio milenario que previste sin saber nombrar,
mineral, salado, el de la estatua.
Fui presionando con las yemas de los dedos, encontré amantes
escondidos atrás de los jacintos, era entre el umbral y el cielo,
y vi los genios que bajaban por los cipreses para tocar a los muchachos.
También contemplé el vientre atómico
de las cruces y las flechas, abierto bajo la luna llena:
se maldecían de tanto que se amaban.
Entonces fui un amante metafísico (era el cansancio)
y absorbía los Valores con los labios secos.
Me disfracé de pastora en el Segundo Imperio y consultaba las tablas
historiadas con grabados de Doré. Mi perfil era griego
y abrigaba sonetos con la lana del rebaño
que le robé a Virgilio. Tenía el plectro
engarzado con metales preciosos,
y otros que no eran preciosos, Dimitri,
lo confieso, pero eran mi tabla de salvación.
Después vino el otoño, y los metales volátiles,
los del vino que mareaba el sueño de los dioses,
me desviaron las manos hacia el sur,
¡Islas Marquesas!, gritaba el equipaje,
a rehacer la escala inevitable.
Hablé aliviado con el Inca en Cuzco,
le pedí consejos de coquetería en el futuro
próximo y lejano y el futuro futuro
de tu Tobolsk inversa, y me descubrí en la playa
en brazos de un Marqués rubio y ciego
e impotente y sabio.
Dimitri, hice tabla rasa del orden de los elementos
y giro entre trece signos nuevos para mi horóscopo
de estrella sin galaxia. Se me saltean peldaños
en la escala, y oigo la risa de Jacob
por las fisuras del universo.

 

ECLIPSE

Sabías que esa noche llegaría, la del sistro de caliza
yaciendo en la caverna, en silencio los lobos
y los hombres de manos artífices, tan diestros
en el arte de morirse.
¿Y tú, ahí afuera, te sorprendiste herido por los astros?
Ya no palpitan, no son almas donde huía fugaz una pasión, esta vez
nacieron opalinos huevos del eclipse, esperando por abrirse
en el derrrumbe. Caerán sobre la tierra que pisaste, planetas huecos
de la primera cuadratura, piedras rotas sobre el cristal que habías historiado
con tus viejas escenas de caza en Nínive.
La hora llegó, ya viste demasiado el pergamino de tu cielo.
Ya sabes que tu pecho en negativo no acusa corazón ni familia ni nada
de sagrado, Fressia irremediable, sólo esa ostra celeste hecha de tiempo,
madreperla menguante (no repitas la mala suerte en el eclipse)
donde volvía a nacer siempre tu padre, indagando inútilmente
por un hijo, su mensaje en el tiempo, huellas digitales contra el vidrio
empañado de futuro y a ti, botella al mar, te tragaba el torbellino,
dorsal, desde los Apeninos a la pampa.
No nos fijemos en detalles, eso
era el futuro, ya lo sabías refugiado en el vientre del bisonte:
eras hombre y mujer, y el cielo fue un desierto
donde ardió media hora la fogata fría de tus huesos,
y estaba escrito que no hubiera bordes ni destino
ni esperanza de morir cercado de tus hijos, el semicírculo acosado
desde antes de nacer. No te veo acariciando sus blandos esqueletos,
tus niños muertos (de joven llorabas), canciones para danzar
entre los dientes de papel del dragón chino, tan manso
como las lunas rupestres de cada aniversario, recién nacían,
eran las últimas sombras del eclipse, mientras el sistro, Fressia,
te seguirá esperando rajado entre tus manos.

 

 

imagens©jon allen

 

Alfredo Fressia (Montevideo, 1948) é poeta e crítico literário. Desde 1976 reside em São Paulo, Brasil, onde é correspondente cultural do jornal El País de Montevideo. É professor de Língua e Literatura Francesa.

Obra poética: Un esqueleto azul y otra agonía (Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1973 — Prêmio MEC, Uruguay; Clave final (Ediciones del Mirador, Montevideo, 1982); Noticias extranjeras (Ediciones del Mirador, Montevideo, 1984); Destino: Rua Aurora (Edição do autor, São Paulo, 1986); Cuarenta poemas. (Ediciones UNO, Montevideo, 1989); Frontera móvil (Ediciones Aymara, Montevideo, 1997) — Prêmio MEC, Uruguay; El futuro/ O futuro (Edições Tema — bilíngüe —, Lisboa, 1998); Amores impares — collage sobre textos de 9 poetas (Ediciones Aymara, Montevideo, 1998); Veloz eternidad  (Vintén Editor, Montevideo, 1999) — Prêmio MEC, Uruguay; Eclipse  (Civiles iletrados, Montevideo, 2003).

Algumas antologias: Los más jóvenes poetas — seleção e prólogo de Laura Oreggioni de Infantozzi e Jorge Arbeleche (Arca, Montevideo, 1976); Poesía para el vientoseleção, coordenação e notas de Héctor Rosales (Grupo Ahora, Barcelona-España, 1980); Fueradefronteras. Escritores del exilio uruguayo — seleção de María Gianelli, Fernando Beramendi e Ana Luisa Valdés (Editorial Nordan-Comunidad. Estocolmo-Suécia, 1984); Vueltandar. (Poesía del exilio) (Club de Grabado, Montevideo, 1985); Las voces distantes. Muestra de los creadores uruguayos de la diáspora — seleção e prólogo de Álvaro Barros-Lémez (Monte Sexto, Montevideo, 1985); Poesía uruguaya contemporánea. Una muestra — edição coordenada por Jorge F. Fernández (Mirall de Glaç, Barcelona-España, Hivern 1985-1986); Voces de la piedra iluminada (Diez poetas uruguayos) — seleção e notas de Héctor Rosales (Cuadernos de Calandrajas, Toledo-Espanha, 1988); Contra el silencio. Poesía uruguaya 1973-1988, de Graciela Mántaras Loedel (Túpac Amaru Editorial — TAE, Montevideo, 1989).

Outros livros do autor: Chéjov. Sobre su narrativa y teatro — em co-autoría com Gustavo Martínez e Roberto Appratto (Fundación de Cultura Universitaria, Cuadernos de Literatura, Montevideo, 1974); Introducción al "Tabaré" (Editorial Técnicam, Montevideo, 1976; El 900 — obra coletiva, dirigida por Oscar Brando, tomo 1, capítulo El Novecientos brasileño (Cal y Canto, Montevideo, 1999); Trinta e três poemas de Josefina Plá — introducção, selecção e tradução de Alfredo Fressia, edição bilíngüe (Edições Fluviais, Lisboa-Portugal, 2002); Oficio de mulher — obra coletiva sobre a escritura de Josefina Plá, dirigida por Juan Luis Calbarro, capítulos Escrito con luz negra e La señora de los gatos (Perenquén, Fuerteventura-Islas Canarias, 2003).

Mais, no Jornal de Poesia  (1 2 3), na Revista Agulha (1 2) e na Revista Electrónica De Estudios Culturales Del Departamento de Letras De La Universidad de Guadalajara (Sincronía).